Thursday, December 18, 2014

¿Sin chile, sin tomate...y sin tortilla?

Sí, así de absurdo como se escucha, vivo en Ciudad de México y no consumo chiles, tomates o tortillas (entre muchas otras cosas). No es nada fácil, y son alimentos tan fijados en el engranaje cultural que muchas veces mi negativa ante consumirlos se recibe como un gesto antipatriótico o de snobismo. Agradezco la sensibilidad de muchas personas (en especial, mujeres), en muchos lugares de comida, a quienes con sólo decirles que no puedo comer esto o aquello proponen o preguntan por modificaciones, pero lamentablemente aún hay mucha intolerancia hacia las sensibilidades alimentarias en este país. No cabe duda de que ha sido difícil dejar de consumir las solanáceas que, con excepción del tabaco, me encantaban y formaban parte de mi dieta diaria. Pero aquí entre nos, lo más difícil es renunciar al pan. El olor a pan me desajusta la voluntad. Ya decía Simone Weil en un verso del pasado "la verdad es pan". Pues ahora tendré que decir, "No, Simone, el pan es la mentira". Y es que el cuerpo no se cansa de decirme que no hay que consumirlo todo, que hay cosas que es mejor no consumir. Comencé a entender su lenguaje y ahora es como una cotorra parlanchina. Me dice la catorra que me desapegue de estos impulsos y busque el placer en la simplicidad y el bienestar.

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